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Volviendo a la historia de la manta

Carolina Kobelinsky

París (rue de Belleville), 25 de febrero de 2022

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Ayer estuve en mi antiguo barrio parisino, de pasadita nomás, camino a una reunión. Subiendo la rue de Belleville escucho un “Madame Carole”, me doy vuelta y ahí estaba Ali. Su sonrisa inmensa me permite ver que sus dientes – aquellos que todavía le quedan – andan mejor que en otros tiempos en los que ni siquiera podía abrir la boca del dolor. Como siempre, pantalón negro con el ruedo deshilachado, zapatillas viejas, campera negra con alguna estampa amarilla, la capucha puesta. Y su bolsa de mercado.

Ali es un señor cuya edad no sé calcular, que viene de África Subsahariana pero no sé de dónde, nunca le pregunté. Sé que está en Francia desde hace años, que vivió un tiempo en Amiens y que se vino a Paris cuando empezó a oír que había « sitios donde hay muchos africanos », pensando que tal vez eso le permitiría acceder a lo básico, “un techo, un baño, comida”. Tal vez incluso papeles. Intuyo que eso ocurrió hacia fines de 2015, 2016. Yo lo conocí al inicio del confinamiento, cuando intercambiamos dos palabras a la salida de la panadería del barrio. Y donde pasó la mayor parte de la pandemia, pidiendo una ayuda “para pagar una noche de hotel”, “para comer un kebab”, “para tomar un café”. Al poco de conocerlo entendí que todas las mañanas temprano, cuando llegaba al barrio, dejaba su bolsa de mercado al cuidado de Céline, la señora de ojos claros de la verdulería chic, y que alrededor de las seis iba a recogerla, camino al hotel, a las duchas públicas o a las escaleras de alguna estación de metro donde pasaría la noche. Cuando el año pasado la verdulería cambió de dueña, Ali optó por andar con su bolsa a cuestas todo el tiempo.

Charlando ayer mientras caminábamos juntos hacia el kebab, Ali abrió la bolsa para mostrarme cuán mojada estaba aun su manta. Es que había llovido mucho los últimos días y todavía no se secaba. La bolsa sólo contenía eso, una manta, su manta [“MA couverture”]. Me vino un flash de la discusión del otro día en la que Gatti o María, ya no recuerdo (¿los dos quizás?), mencionaron el anuncio de UNICEF de la manta. La manta casi como una extensión de su cuerpo, como una suerte de broquel, escudo para cubrirse, resguardarse, defenderse. Tal vez una forma mínima de refugio.