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Todos somos familiares (Uruguay visto cada tanto, I)

Gabriel Gatti

Montevideo (Uruguay), Julio de 2022

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Una nota ínfima a partir de una cata, la de Magdalena sobre el Mes de la Memoria en Uruguay, mayo de 2022. La nota es de entonces, pero la redacto ahora. Me agarro a un lema interesante que el «Todos somos familiares», que el mundo de la desaparición produjo allí en los últimos años, no sé cuántos, pero no más de 6 ó 7, y que ha cristalizado y firmemente desde entonces. Desde que la vi me interpeló: significaba que al fin se había instalado en Uruguay algo que en Argentina parecía claro desde hace más de una década, la socialización del duelo. Es algo muy intenso que tiene que ver con el hecho de hacerse cargo, o lo que es lo mismo, de tomar en cuenta, es decir, de contar como propio de mí, ciudadano cualquiera, algo que se entendía como exclusivo de otros que son pocos, las víctimas directas. La desaparición se elevaba así al rango de asunto colectivo, la víctima al estatuto de ciudadano. Es lo que mejor ve Cecilia Sosa en su trabajo sobre el duelo en Argentina, donde cuando eso ocurrió el desaparecido se convirtió en el sostén de una narrativa nacional, sustitutiva en alguna medida, de otras más fundantes. 

Pero en Uruguay nunca ocurrió: la narrativa siempre fue la misma, y en relación a ella la desaparición se entendía como una mancha en la impoluta línea de la historia, esa que aunque más de una vez se rompía siempre se mantenía firme, sosteniendo el relato y la identidad. El «todos somos familiares» sin embargo indica un cambio: todos somos responsables y todos somos deudores del mismo fenómeno, que no es ya una excepción sino una regla. La forma de contarlo de Magdalena en su nota es reveladora de la cristalización de esta forma de imaginar el asunto, más allá de los límites de la familia biológica, del duelo corto y del sufrimiento directo. Todos estamos emparentados: a partir de ahí las posibilidades de ser sensible a esas rupturas de la línea narrativa que hizo la historia de Uruguay son realmente mucho mayores: las gurisas, los sin techo…