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Testimonio y desaparición

Por Ander Mendiguren con la colaboración de María Martínez

Coordinada por Jaume Peris, el 20 de diciembre se celebra una sesión de trabajo del equipo de investigación que versa sobre testimonio y desaparición a partir de la lectura de los siguientes materiales seleccionados por el mismo Jaume Peris y por Josebe Martínez:

Selección de fragmentos de:

  • Agamben, G. (1999). Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Valencia: Pre-textos.
  • Beverley, J. (1993). El testimonio en la encrucijada. Revista Iberoamericana, 164-165: 485-495.
  • Resumen de: Wieviorka, A. (1998) L’ère du témoin. Paris: Plon.
  • Peris Blanes, J. (2014). Literatura y testimonio: un debate. Revista Puentes, 1: 10-17.

Tres textos, tres entradas a la cuestión del testimonio que se complementan y dialogan. Del trabajo de Agamben, Jaume Peris destacará la reflexión sobre la irrepresentabilidad de situaciones extremas y límites a partir del análisis del Holocausto y planteará la “paradoja de Primo Levi”: el que ha vivido la experiencia hasta el final está incapacitado para hablar, ha sido sometido a la aniquilación subjetiva total; y quién puede hablar, el superviviente, es un testigo por delegación, no tiene “nada” que decir sobre la experiencia de aniquilación. Para salir de ese atolladero teórico, Agamben afirma que el testigo que ha sobrevivido es el que testimonia de su propia imposibilidad de representación (testimoniar). En este sentido, plantea el testimonio como una subjetivación desde la absoluta desubjetivación, un espacio de complejas corrientes de desubjetivación y subjetivación. Del trabajo de Annette Wieviorka señalará su carácter sociológico y apuntará a dos cuestiones principalmente: la hiperlegitimación de los supervivientes siendo el juicio a Eichmann clave en este proceso al apoyarse en testimonios y no en pruebas documentales; y la estandarización, normalización, homogeneización e industrialización de la recogida masiva de testimonios desde los 90 en las que algunas obras de la cultura popular tuvieron un rol clave —i.e. La lista de Schindler de Steven Spielberg—. Esta autora advierte de los riesgos de este proceso especialmente que una historia basada únicamente en testimonios no puede ser una historia colectiva, sino la suma de vivencias individuales, y desconfía de la híper-emotividad que acompaña a esos testimonios que dificultan un conocimiento crítico e inteligente de los eventos traumáticos. Finalmente, de los Beverly propone una entrada muy diferente al testimonio desde un contexto otro —el latinoamericano de los 80/90 y la cuestión de la colonialidad y los estudios subalternos— en el que el testimonio se piensan como el “género literario” propio de los subalternos. A partir de los 90 y de los 2000 se hace una crítica a esta propuesta, en línea con las reflexiones de Spivak, Beverly cuestiona a la figura del intelectual de izquierdas que toma la voz de un miembro de una comunidad subalterna, porque reproduce las relaciones de poder propias de la colonialidad (relación intelectual-informante).

Tras exponer los textos, Jaume Peris considera la posibilidad de conjugar las diferentes perspectivas planteadas en los textos, aunque es consciente de la complejidad de establecer una continuidad y relación entre ellos. ¿Podría pensarse al muselmann como un subalterno?, ¿Podría pensarse al superviviente como el intelectual que toma la voz del subalterno que no puede hablar? ¿Permite la cuestión del testimonio y el subalterno conectar al desaparecido originario con el desaparecido social?

El debate, además de abordar algunos temas propios a la cuestión del testimonio —la multiplicidad de formas de testimonio (jurídico, social, reivindicativo, el testimonio ante el investigador), la hiperlegitimidad del testigo y la siempre sospecha ante éste, la tensión entre el carácter individual y colectivo del testimonio y el cariz más reivindicativo del segundo que se haya quizás perdido, etc.— abre dos grandes temas de interés para el proyecto: la cuestión del testimonio y la subjetivación y reconocimiento, y la hipótesis del paso de una “era del testigo” a una “era del testimonio”.

En cuanto a la primera amplia cuestión —testimonio, subjetivación, reconocimiento— se parte, siguiendo a Agamben, de la idea del testimonio como una subjetivación desde la desubjetivación. Ahí hay que estar atentos a quién habla, cómo habla —tensión entre búsqueda de verdad y/o generación de emotividad, pero también en los procesos de estandarización del testimonio y su pérdida de capacidad reivindicativa— al mismo tiempo que es necesario por el carácter dialógico del testimonio preguntarse por quién escucha, o cuáles son las condiciones de escucha (con los cambios introducidos por las nuevas tecnologías tanto en la emisión como recepción del testimonio), que permitirían el reconocimiento de quién testimonia y su subjetivación; el acto de enunciación del testigo sólo deviene acto de reconocimiento si hay un auditorio que esté dispuesto a escuchar. Aún así, es fundamental estar atentos a los límites del testimonio, a la paradoja de Spivak (¿puede el subalterno hablar?) y a la escucha del otro que no siempre es plena.

Quién habla es una cuestión central. En este sentido, se debate la excesiva rigidez de la dicotomía de Agamben entre el “hombre” y el “Muselmann”. Ese hombre que ha sobrevivido sí que ha podido conocer el proceso de “devenir muselmann”, sí que ha sufrido una desubjetivación (aunque es cierto que no ha experimentado la desubjetivación plena) y, por ello, puede testimoniar. Haciendo una analogía con otras situaciones (como el Apartheid o la trata de personas), algunos sujetos han sido despojados de su vida biológica, y no por ello se duda de su capacidad de producir un testimonio del sometimiento vivido.

En cualquier caso, si la desaparición (la violencia, el sometimiento…) implica una desubjetivación, las políticas de aparición pretenderían re-subjetivar, re-humanizar, re-conocer. Se propone, entonces, pensar el testimonio como parte de esas políticas de aparición, como un modo de recuperar, reconocer y dignificar al sujeto víctima de las políticas de desaparición. El testimonio sería una forma de reconocimiento, de dignificación (re-subjetivación) del sujeto (previamente desubjetivado). Frente a la consideración del testimonio en términos terapéuticos, como proceso de re-construcción de la subjetividad, como si contar lo sucedido fuese una forma de superar lo sucedido y recuperar esa humanidad y dignidad que había sido robada, se ha de indagar en otras formas de producir testimonio que no busquen re-componer y se plieguen a los modos estandarizados de testimoniar. Se ponen dos ejemplos que pueden ser significativos de la problematización del testimonio hoy tras su institucionalización: por un lado, el libro de Mariana Eva Pérez Diario de una princesa montonera, donde el testimonio no habla de verdad, sino que hay exageración y parodia constante; y, por otro lado, la película de Albertina Carri Los Rubios que lleva a cabo una deconstrucción de la escena testimonial, criticando el valor de verdad que se le da al testimonio. El testimonio no es, entonces, un discurso de verdad, sino que pone la verdad en tensión.

El otro gran tema podría ser enunciado en forma de hipótesis: el desaparecido abre un nuevo tiempo, deja “atrás” la “era del testigo” para abrir una nueva en la que la palabra pierde centralidad en el testimonio poniendo en el centro las materialidades que testimonian: cuerpos, restos, índices… La búsqueda, el buscar, serían los contenedores de esta hipótesis en un contexto de multiplicación de colectivos y sujetos que se dedican a la tarea de la búsqueda, y que se han convertido ya en figuras: los/as buscadores/as. Lo fundamental del testimonio ya no es de lo que da cuenta, no es el hecho, sino el intento mismo de testimoniar, de buscar un régimen de verdad. Cuando no queda nada más que los restos corporales sin vida biológica, es a través de pruebas de ADN, archivos y documentos cómo se construye el testimonio. Toda una serie de técnicas pretenden superar esa irrepresentabilidad tratando de “hacer hablar” al cuerpo: es éste el que testimonia, las marcas y el ADN de esos restos corporales que han vivido la experiencia de la desubjetivación radical permiten producir un relato de la experiencia vivida. Por lo tanto, la capacidad de testimoniar de los restos corporales es posible a través de dispositivos técnicos que posibilitan generar indicios de lo sucedido. En este sentido, frente al desaparecido canónico, las técnicas han evolucionado y parece haber un vínculo estrecho entre la producción de testimonio y las tecnologías. En la misma línea, también se plantea que los objetos producen testimonio, que no todo testimonio debe ser oral; de la narratividad a la materialidad del testimonio.