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Radio Pedal y el presentismo

Gabriel Gatti

Montevideo, septiembre de 2022

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Estando en Uruguay presentando Desaparecidos, Brenda me consiguió una entrevista en Radio Pedal, a quienes escribí de inmediato. Hablé con Federica, que rápidamente me invitó a acudir a un programa de la radio en donde hablaban de las ollas populares, el actual tema de Brenda. El local está en barrio sur, en Palermo, en la calle San Salvador, epicentro de viejas pobrezas y de invisibilidades tradicionales, la de la población afro uruguaya, ahora ya constituida en compareciente de pleno derecho a la esfera de aparición nacional. Pasé de largo por San Salvador porque lo que vi primero era una especie de comedor comunitario, o más que eso un garaje en donde muchas personas reían y conversaban al tiempo que cortaban cebollas, papas, zanahorias y metían todo eso en una gran olla para hacer algo que luego vi que mezclaban con arroz. No parecía una radio, pero lo era. Ambiente festivo, pobrezas nuevas y viejas mezcladas, algunas de nombre difícil aunque la diferencia con las conocidas se anulaba por el efecto homogeneizador (y protector entonces) de un nombre común, con el que todos/todas se interpelaban: vecino.

Entro. Me encuentro un cartel: «Estado ausente, ollas presentes». Esto es un guiño y aunque no tengo ánimo de catas o reseñas o viñetas lo fotografío y grabo unas ideas en el teléfono, garabatos para esta nota. «Estoy en un lugar de roce entre la desaparición y su contrario; llamémosle a eso refugio, es un buen nombre para calificar la supervivencia. Cabría también decir resistencia o dignidad o humanización, sí, pero la cosa tiene algo de lapso corto, de tiempo breve, de goce sin propósito finalista. Un tiempo inútil pero denso, muy denso. No es que sea una fiesta, pero hay algo de disfrute del logro momentáneo. La retórica que lo rodea apunta al largo plazo —es Uruguay, país de políticas públicas, de integración— pero huele a presentismo y me gusta por eso».

Me recibe Federica, entusiasta, alegre, dinámica, llena de energía. Federica dinamiza. Es una paridora de nombres con los que sujetos que no los tienen comparecen en el espacio público, vecino es el que más usa, pero había otros, no siempre viejos. Detrás de ella, mientras me cuenta el proyecto, otros cocinan. Un poquito más allá un pequeño estudio con tres muchachos aloja Radio Pedal. Pasamos a la sala; me preguntan por el libro, sin hacer ninguna referencia a la vieja desaparición —que no conocen aunque en honor de lo que asocian con ella han puesto durante unos cuantos minutos músicas alusivas: Olimareños, Viglietti—. Junto con Federica, que tiene unos pocos años menos que yo, nos reímos. De las nuevas desapariciones no les cuesta mucho hablar, nada diría; aciertan en todo. Alex, el chico que me hace la entrevista y que conduce el programa —»Pa, ke olla»—, ayudado por la mediación de Federica, hace comentarios pertinentes acerca de lo invisible, de lo imperceptible, de la insensibilidad del Estado que abandona, de los que en el barrio pierden nombre y no hay modo de recuperarlos más que puntualmente, como en la olla, solo algunas veces. Cuando él dice eso, Federica le apunta haciendo referencia al proyecto, y no pocas veces aparece la palabra refugio.

Me animo. Hablamos de cuentos, de Ainara y de la necesidad de hacer nuevos mapas… Alex termina haciendo una síntesis precisa. Habla de desapariciones en vida, de metodología y escritura, de su hija de 10 o 12 años. Entendió todo. Es vecino, no bicho, hijo de la vieja ciudadanía.