Home » Viñetas » Patronatos ¿protectores?

Patronatos ¿protectores?

María Martínez

Mayo de 2022

Copyright

 

Puente de San Isidro en Madrid, la fiesta de la capital. Tengo que ocupar al peque y se me ocurre llevarle a un teatro. Tengo que improvisar y encuentro entradas en Teatros Luchana, cerca del metro Bilbao (je), no muy lejos de Alonso Martínez. Al terminar el teatro (de una compañía vasca, por cierto), bajo hacia el metro Alonso Martínez para coger línea directa hacia mi casa. Bajo por la Calle Santa Engracia. Creo que es en la esquina de con la Calle de Nicasio Gallego que veo un edificio en el que ya me he fijado en un par de ocasiones antes que lleva por nombre “Patronato de Enfermos”. No sé que aloja ahora el edificio, pero me intriga el lugar, más ahora que veo en Google maps que marca en esa esquina con el nombre “Congregación Damas Apostólicas Sagrado Corazón de Jesús”. Son de sobra conocidas las alianzas Franquismo-Iglesia durante el régimen.

Este patronato me pone en la cabeza otro, con lo que me he ido encontrando en diferentes momentos en los últimos años: el Patronato de Protección a la Mujer. Aunque tenía una vaga información sobre él, la asignatura “Memoria y Sexualidad”[1] que imparto en el Máster de Estudios de Género de la UNED me ha hecho profundizar en su recorrido. Me he encontrado con el Patronato, indirectamente, cuando he entrevistado a organizaciones religiosas —Oblatas, principalmente— que se encargaban de gestionar los centros del patronato durante el franquismo y que hoy gestionan casas y programas para mujeres tratadas. Y me encontré con él hace unos días, en esta entrevista que una de las promotoras de Pikara hizo estos días a Consuelo García Cid. La entrevistada ha escrito varios libros sobre el patronato, entre la crónica, la investigación y la auto-biografía —pasó varios años en algunos centros del patronato—. Para quien desconozca su función, el Patronato tenía como misión reeducar a las “mujeres caídas” o a punto de caer durante el franquismo. Con la expresión “mujeres caídas” refería a cualquier mujer que se saliera del mandato de feminidad de la época que era tan estrecho como ser mujer-madre-ama de casa. Todo lo que se saliera de eso —desde la transexualidad, el lesbianismo, la práctica sexual fuera del matrimonio, los embarazos también fuera de este, etc.— era susceptible de ser objeto del patronato. La gestión del patronato fue delegada a órdenes religiosas (algunas, como las Oblatas, habían sido las gestoras de cárceles femeninas) mediante el despliegue de centros en los que las encerraba; de ellos sólo podían ser sacadas por sus padres o al ser mayores de edad, con 23 años entonces. El patronato protegía a las mujeres de sí mismas mediante educación, sobre todo mediante encierro y castigo severo.

Como decía, hoy en día, varias de las órdenes religiosas que gestionaron estos centros del patronato reciben financiación por parte del Estado para la gestión de casas de acogida a mujeres víctimas de trata y para otros programas para estas y prostitutas. Es inevitable preguntarse por las continuidades entre aquellos centros y estas casas. ¿De qué las protegen ahora? ¿De sí mismas o de otros afuera (tratantes, proxenetas)? Y el patronato de los enfermos. ¿También encerraba? ¿Protegía? ¿Tiene ahora continuidad en alguna institución?

Mientras tanto sigo bajando la calle. Unos pocos metros más adelante frente a un escaparate de un banco ahora clausurado, unos plásticos recubren un refugio improvisado para alguna persona sin hogar. Ahí no hay patronato, y si hay protección no debe ser la que emana de uno de ellos.

[1] Es una asignatura, como casi todas las que imparto, heredada. En ese caso fue diseñada por Raquel Osborne en base a un proyecto de investigación que buscaba recuperar la sexualidad de las mujeres y de otros sujetos disidentes durante el franquismo. Es una asignatura preciosa con la que sigo aprendiendo.