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Noticias de Ucrania que hacen pensar en el Holoceno y sus refugios

Gabriel Gatti

Enero de 2022

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Rusia invadió Ucrania y el mundo ha vuelto al orden conocido. Los niños publican en Tik Tok mensajes de apoyo a los ucranianos, la derecha liberal o postfascista apela al fantasma del comunismo, la izquierda postfeminista al pacifismo, de Ucrania llegan imágenes de paisajes de cielos grises y frío, de bloques de casas como colmenas, pero con Smartphones y Burger Kings. Y la referencia a lo nuclear recuerda a la Segunda Guerra mundial, a la guerra fría, a los rusos, a la Unión Soviética, a las banderas del XIX o del XX, a la Europa de siempre. Pero no: los móviles ayudan a la multiplicación de verdades en lugar de su escasez, léase, la sobremodernidad, y al palo.

Es todo viejo y nuevo. Hay algo raro en todo eso, ¿no?: por regresar, regresa hasta el viejo refugio, el del holoceno, cuando abundaban. Todo está claro: somos occidentales y ellos no, somos aliados y ellos no, somos hermanos y ellos no. Hay aquí refugios para los que no necesitamos refugio y refugio para los que sí necesitan refugio, que caminan o van en trenes o vienen en buses o se desplazan en coches, atravesando Europa hasta llegar a Oñate donde una periodista de EITB llorosa y piadosa dice que no les entiende porque solo hablan ucranio pero qué pobres y ahí quedan, tres rubias, en un localucho con malienses, argelinos y venezolanos…

Hay algo raro en todo eso, sí.

Esta nota obedece a esa inquietud, a la de que reemerge el refugio con la protección de las evidencias incuestionadas. La figura del refugiado de la que todos hablan al ritmo de Imagine recuerda la del perseguido de la Segunda Guerra mundial, refugiado de antes del refugio, ese que se justifica por sí mismo y no requiere pensarse. Refugiado forzado será…  A diferencia de las formas de refugio más actuales (la del maliense, la de la hondureña…) que tienen que narrarse ahormadas para poder ser merecedoras del derecho al asilo, a diferencia de todas las formas de refugio más paradójicas con las que queremos trabajar, las del Antropoceno, las de cuando no hay dónde mierda ir, estas de Ucrania se entiende sin pensar.