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Montevideo, que está lleno de situaciones ViDes (Uruguay visto cada tanto, III): refugios en el jardín

Gabriel Gatti

Montevideo (Uruguay), Julio de 2022

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En todas las ciudades latinoamericanas que merecen ser nombradas así hay preciosos parques públicos y delicados jardines privados, producto los dos de los sueños de ingeniería social de la fundación. Cuentan de las singularidades de la relación de estas ciudades (= cultura / civilización), con la naturaleza y de sus habitantes con el orden. Vale esto para los muchos jardines botánicos, los zoológicos, los parques (¡qué parques!) de Sao Paulo, de CDMX, de Montevideo, o las plazas (¡qué belleza!) de Buenos Aires. Pero no me quiero detener en eso ahora. 

En los bordes de esos parques y jardines hay cada vez más rincones de invisibilidad. En eso sí me gustaría detenerme. Pienso en espacios que unos y otros habilitan para escapar de las miradas públicas, de la exposición al juicio o al celo o a la envidia: lugares para el beso de los amantes, lugares para el juego o la charla, o para la confabulación. Todos los parques los tienen, sobre todo estos, que me suenan a románticos. Imagino lugares así en el parqué Rodó en Montevideo, en Palermo en Buenos Aires, en Chapultepec en México: túneles, lagos con islas, espacios aparte. Me interesan ahora porque están sirviendo de refugio. Ya hemos visto que así era en Bilbao, y en México también. 

En Montevideo, sin buscarlas, me encontré con varias de esas situaciones. Una no la vi, me la contó Analía, que trabaja en un refugio. Me decía que los chicos que no son residentes permanentes a veces pueden dormir allí pero cuando no, tiran unos cartones al jardín del refugio y allí pernoctan. Cuenta también que en los jardines de las casas cercanas está ocurriendo lo mismo. El jardín es calle, pero ofrece esa capa de protección que la calle no. Es intemperie —te cagas de frío sin remedio si hace frío—, pero algo de ellos cobija. Lo vi también cerquita del Parque Rodó, en una casa del barrio jardín de al lado 

O en pleno centro, cerca de la universidad, en calles de orden. Donde uno se hizo un refugio con escritorio y lámpara.

Hay que explorar, todavía falta. Todavía cuelgo de teoría heredada. También los señores que se refugian en el jardín montevideano.