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Montevideo, que está lleno de situaciones ViDes (Uruguay visto cada tanto, II): Analía y el refugio

Gabriel Gatti

Montevideo (Uruguay), Julio de 2022

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Montevideo está lleno de situaciones ViDes, ninguna sin embargo produce un efecto guau. Me explico: aunque en algunos casos sean dramáticas, todas las situaciones que veo —gente tirada, relatos de familias enteras que no pueden comer, historias de pérdidas y vulnerabilidad, de pobres y de refugios— de un modo u otro remiten a figuras reconocibles en relación con marcos de referencia normativos o teóricos ya conocidos que, de tan asentados resultan tranquilos, quiero decir, que no parecen exigir renovar o imaginar o innovar, que solo parece pedir que uno reactive ideas o nombres o categorías de las que ya disponía antes, las de siempre en realidad, el Estado o la ciudadanía o la integración o la educación protección. Creo que es una impresión falsa, una falsa apariencia, un efecto del sistema si se quiere: porque en el fondo está todo hecho mierda, a un grado de intensidad no demasiado distinto al de otros lugares de los que Uruguay quiere diferenciarse, pero ya no lo consigue con tanta facilidad como lo hacía antes. Pero pese a eso, pese a que la mirada primera sobre cualquiera de esas situaciones debería invitar a poner en efervescencia en nuestros registros sensibles, eso no ocurre. todo está desbordado, pero nada se piensa con desborde y cada vez que veo una de esas situaciones algo la acompaña, que es del orden de la explicación práctica o teórica, que en algún punto dulcifica… suaviza, no sé, explica sin más lo que quizás no sea explicable con recetas heredadas, desde la revolución a la integración, desde la toma de medidas a la solidaridad, desde Bourdieu a Bataille. 

En los pocos días de junio que pasé en la ciudad me encontré con varias de esas; en esta viñeta hablo de la primera, Analía y el refugio. Analía es un producto limpio de aquello que Uruguay fue y todavía quiere ser: hija de pobres, si no huérfana, fue criada en las instalaciones del INAU, o del INAME, el Instituto Nacional del Menor. El Estado la hizo. Salió adelante “con bien”, quiero decir, maduró y estudió y luego siguió estudiando, con mucha dificultad, asistencia social y aunque nunca termina del todo su formación, sí ha llegado a un punto en el que puede trabajar de eso, con algún tipo de título intermedio. La guacha se convirtió en ciudadana. Magnífico proyecto integrador. Bello, sí, eficaz, ajardinado. 

Al amparo de las políticas que desarrolla el Ministerio de Desarrollo Social, el MIDES, ha empezado desde hace no mucho a ocupar sus días trabajando en un refugio: ahora que es invierno y el invierno está duro se necesitan, pues hay mucha gente en la calle (que, propenso a las etiquetas como se es allí, se les llama “personas en situación de refugio nocturno”), peligran y requieren asistencia. La ciudadana se transformó en educadora social. Magnífico proyecto, ya digo. 

Mi relato hasta ahora se está dejando llevar por las mismas perezas que quiero destacar, para superar, las de la teoría heredada; a lo sumo estoy insinuando que esa fábrica magnífica de ciudadanos merece crítica pero no propongo alternativas. Y se necesitan. Vean: Analía sigue su cuento, cuya linealidad oculta oscuridades. Dice que el MIDEs, el MIDES de ahora, ha tercerizado la gestión de los refugios, que ella en concreto trabaja en uno que administra una empresa que tiene a su cargo unos cuantos más; cuenta también que aunque su puesto es de formadora lo que hace es contener: evitar que mueran durmiendo en la calle, administrar el abandono, nada más, no paliarlo, contener cuerpos deteriorados por la intemperie, hacer que coman, que duerman, que se laven, que no delincan. Y poco más. Mantiene la jerga propia de aquel Estado que buscaba algo más que evitar que el abandono invadiese la zona de la norma; habla de refugio, de territorio, de educar, de residentes permanentes… pero no hay de eso ya. 

El colectivo NITEP, ese que agrupa a la gente en situación de refugio nocturno, invita a abrazar la integración y rechazar la expulsión:

Deseamos un mundo que abrace y no expulse 

Analía nació de ese deseo. Ahora gestiona la primera línea de la expulsión.