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Las reglas arquitectónicas de un refugio. Construcciones

Ignacio Irazuzta

Monterrey (México), Julio de 2022

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Esta cata es sobre una exposición de museo. La de Sofía Táboas, en el Museo Marco de Monterrey. La exposición se llama Gama térmica. La presentación del museo dice que la obra de Táboas explora en la definición y la delimitación de los espacios, los seres vivos y los objetos… A mi me interesó una de las obras. No por ninguna intuición especial, sino directamente por el título: “Refugios”.

Táboas no es arquitecta (o no, al menos, vista desde el museo), pero su reflexion desde el refugio parece ser desde ahí. De hecho, la nota explicativa del costado de la obra, inicia con una cita de Zaha Hadid, como se ve en la foto. En esta cata me interesa el refugio como construcción y, claro, tampoco soy arquitecto (tampoco artista), pero creo que desde lo nuestro también podemos pensar el refugio como espacio. De una forma o de otra, explícita o implícitamente, lo estamos haciendo en las diferentes catas.

Bien, de la reflexión de Táboas y del refugio como construcción material, rescato la idea de que un refugio es siempre una separación. Un refugio irrumpe en la continuidad del espacio, quiere diferenciarse de él y, en esa intención, a la vez que abriga, aparta; al mismo tiempo que protege, separa; da cobijo y excluye. Un refugio instaura un régimen de excepción, como ya lo comprobamos analizando las casas de migrantes en México y los santuarios en Estados Unidos, “esos lugares para habitar la desaparición social” (Gatti, Irazuzta y Martínez, 2020). Pareciera que en la cuestión del refugio habita el viejo dilema de la teoría política moderna, ese que instaura Hobbes y que de algún modo recreamos cuando hablamos del NEN (nuevo estado de naturaleza), que dice que a más seguridad menos libertad y viceversa. Seguramente es un dilema que marca la vida de la gente en situación de calle, como lo vimos también en la entrevista a la organización El caracol, que abandonaron la idea de dar refugio encerrando a la gente en un espacio que se llama de esa forma.

Otro asunto interesante de la obra de Táboas es el que recorre toda la muestra y no solo la pieza Refugios. Es el relacionado con la temperatura: algo del orden de lo térmico hay en el refugio y hace en parte a ese efecto de separación y de protección por exclusión. Se me hace otra noción interesante para explorar, sobre todo en la era del calentamiento global y en relación a los refugios climáticos sobre los que existe cata ya.

Fuera de la exposición de Táboas pero con ella en mente y en relación al refugio como construcción, me interesa rescatar también la siguiente fotografía que extraigo del libro La calle y la casa. Urbanismo e interiores, de Xavier Monteys (Gustavo Gili, 2019: 153). La foto es de Werner Bischof y muestra la ciudad de Hamburgo en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial. Lo que se ve son esos grandes y contiguos barracones instalados en la calle. Se refugian allí las familias que esperan la construcción de sus casas que fueron destruidas por los bombardeos.

Si vemos esos barracones como refugio, lo que se observa no es ya la interrupción en el espacio, sino la cancelación de un espacio, que es el espacio de la calle. Se ve el refugio como protección y separación y se lo ve y se lo presume como un hábitat para un tiempo de espera. Quienes se encuentran refugiados allí esperan la construcción de sus casas en lo que ahora son escombros removidos. En el refugio hay acción de espera, ya lo sabemos por Álvaro y el seminario. Se ve también lo que siempre me parece: que en la modernidad la casa, como hogar, es refugio, refugio cálido frente a los momentos y lugares fríos de la vida diferenciada moderna (el trabajo, principalmente, pero también lo público). El refugio puede ser Communitas frente a societas (Turner). Se ve, por último (o lo último que yo veo), nomos: seguramente dependiendo del grado de institucionalización, el refugio es un lugar ordenado, hipernormado (como lo vimos en las casas de migrantes y como seguramente podrá verse en tantísimos otros casos; quizá no en todos); y ese nomos se ve también, en este caso, como lo vio Carl Schmitt (El nomos de la tierra, Buenos Aires, Editorial Struhart & Cia: s/f), como el primitivo acto de constitución del espacio ordenado, como la “toma de la tierra”. ¿Será refugio todo aquello que queda excluído de la toma de la tierra? Así parece verse claramente en la disposición de los barracones-refugio, frente a esos terrenos parecelados por el nomos; ¿será que es refugio la excepción al nomos, aunque se vuelva luego un espacio normado?

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Luego pienso si es cata esto y aquello. ¿Es cata cuando lo que vemos está dispuesto para ser visto, como en un museo y en una fotografía? Si la cata fuese exclusivamente etnográfica —que entiendo no lo es, no solo ni necesariamente—, diría que esta cata no es muy etnográfica: solo ve lo que está dispuesto para ser visto y no ve cómo ven quienes miran, que me imagino que es lo que debería ser una etnografía en un museo o con las fotos. Bueno, lo que vi y lo que muestro es lo que me encontré andando en el andar de mi vida cotidiana con la idea de refugio en la cabeza. La cata es esa pulsión empírica que nos hace ver antes de ejecutar la observación teórica y metodológicamente programada. Algo así como un entremés empírico.