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Espacio y desaparición

Por Ivana Belén Ruiz Estramil, María Martínez y Ander Mendiguren, con la colaboración de Gabriel Gatti.

Coordinada por Pamela Colombo, el 21 de marzo se celebra una sesión de trabajo del equipo de investigación que versa sobre espacio y desaparición a partir de una guía elaborada ad hoc y la lectura de extractos de los siguientes textos:

  • Calveiro, P. (2014). “Spatialities of Exception”. In E. Schindel y P. Colombo (Eds.), Space and the Memories of Violence: Landscapes of Erasure, Disappearance and Exception. Basingstoke: Palgrave Macmillan.
  • Segato, R. L. (2004). Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Serie Antropología, 362, 1-20.
  • Pécaut, D. (2000). “Configuration of Space, Time, and Subjectivity in a Context of Terror: The Colombian Example”. International Journal of Politics, Culture and Society, 14(1).

Partiendo de la escasez de trabajos que vinculen espacio, y especialmente las teorías críticas del espacio, con la desaparición forzada —los trabajos existentes se centran más bien en la memorialización, en el uso de los espacios (i.e. museos)— Pamela Colombo apuesta por una mirada más amplia al espacio y la desaparición; especialmente a partir del llamado giro espacial en las Ciencias Sociales, primordialmente a partir de Henri Lefebvre, que problematiza la idea del espacio como algo que está ahí y se comienza a pensar en cómo el espacio afecta al hecho social y el hecho social afecta al espacio. La pregunta concreta es qué rol juega el espacio en contextos de violencia y ahí también hay límites en los enfoques que principalmente se centran en el diseño material del dispositivo desapareceder. La triada de Lefebvre — el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido— permite construir un propuesta que complejice el acercamiento al espacio en contextos de violencia. Es precisamente el concepto de “espacio vivido/espace vécu” lo que permite sumar complejidad a estos espacios. Es éste un concepto del espacio que es relacional: la definición del espacio no sólo depende del punto en el que esté un actor dado, sino que incluye la cuestión temporal. Así, el abordaje del espacio se complejiza si tenemos en cuenta el espacio vivido de diferentes actores y en diferentes momentos. En este sentido encontramos también una crítica a una cierta noción extendida de que el espacio habla por si solo; seríamos los sujetos los que hacemos hablar al espacio poniendo con ello en el centro el sujeto que habla sobre el espacio y cómo ese habla es performativa, como a doing, sujeto a constantes mutaciones que son resultado del ámbito de acción de los sujetos. Un límite que encontramos en este acercamiento a través del espacio vivido es que no vamos a poder tener acceso a cómo ese espacio fue vivido por quiénes no vuelven, solamente podremos acceder a través de los relatos de los supervivientes.

La noción de espacio vivido constituye también una crítica a las “teorías verticales” del espacio que, a la estela de Agamben y Foucault, piensan la construcción de esos espacios por los dispositivos desaparecedores. Pamela Colombo apuesta por una visión horizontal de esa construcción en la que, de nuevo, la experiencia vivida es clave. Es en esta línea de reflexión propone el concepto de “geografías imaginarias” de los espacios que permiten tanto recuperar el legado de la infraestructura material de la desaparición integrándolo a la cotidianeidad, pero también re-imaginar o visibilizar lugares que de otra manera no serían percibidos. Finalmente, y en relación tanto al espacio vivido como a las geografías imaginarias, se plantea la posibilidad de análisis de qué tipos de subjetividad emergen de esos espacios, espacios de muerte y/o de muerte interrumpida. Los tres textos propuestos permiten tres entradas diferentes a la desaparición: el de Pilar Calveiro, desde una aproximación más clásica, se acerca a los espacios de centros de concentración nazis, su evolución en Argentina y su actual materialización en los black-holes; el de Rita Segato que, desde la corporalidad como territorio, aborda la temática del feminicidio; y, finalmente, el de Pecaut, que aporta elementos interesantes acerca de espacios ¾de violencia¾ e infraestructuras particulares y atiende a la dimensión más subjetiva.

Tras una presentación-guía por parte de Pamela Colombo, el debate comienza con ciertos límites —luego se verá que esos límites derivan también de las múltiples posibilidades de apertura— del tema del espacio. La vía para el proyecto no sería pensar el espacio, que este no sea la variable fundamental, sino la desaparición a través del  espacio. Dos interrogantes se abren: el primero, la falta de explicación de lo que en los trabajos sobre desaparición originaria se considera espacio de desaparición, es un axioma, y la diferenciación del espacio desaparecedor; el segundo, : ¿existe un espacio de desaparición que corresponda a cada tipo de desaparición?, ¿cuál sería el paisaje de cada tipo de desaparición?, ¿cómo se representan los espacios desaparecedores?, ¿qué sucede con aquellos espacios que no son tales (i.e. el mar, la frontera…)? En línea a la primera pregunta —hay un espacio para cada desaparición— y especialmente para los desaparecidos sociales, literatura ya clásica en sociología (desde la Escuela de Chicago, pasando por Wacquant) sobre los barrios, gangs y ghettos pueden permitir abordar tanto otros tipos de violencias (abriendo a violencias más estructurales) como otros órdenes de espacio que, aun siendo excepcionales, convocan densos mundos de vida.

A partir de aquí, la discusión muestra la multiplicidad de entradas que se pueden hacer al espacio; los temas que circulan lo hacen a través de las siguientes cuestiones:

La primera es del orden de las distinciones: ¿no sería conveniente distinguir entre espacio como lugar y espacio como territorio? El territorio es la estructura política de la modernidad, es el lugar donde se ejerce el poder, incluso el cuerpo deviene territorio de ejercicio del poder soberano (ver texto de Segato), y salir o ser expulsado del territorio significa desaparecer. En este sentido se recuerda que si hay espacios muy marcados por la lógica jurídica y de la ciudadanía, hay otros que no y habría que tenerlos en cuenta. En este mismo orden de las distinciones, se propone igualmente diferenciar entre el espacio de la desaparición en el que intervienen fuerzas más generales, y el espacio desaparecedor que estaría conformado por fuerzas concretas. Aquí aparecen otros conceptos a tener en cuenta y que complejizan esas distinciones: ecologías (ecosistemas) de la desaparición, los paisajes de Jens Anderman, el necroscape, el landscape de Appadurai, deadscape

La segunda cuestión vincula espacio y tiempo y, así, a cada espacio de la desaparición le correspondería también un momento: donde se desaparece, donde se permanece durante la desaparición, y donde se aparece. A cada una de estas fases del proceso de desaparición parece que vinculamos más claramente a un tipo de desaparición: al donde se desaparece-el desaparecido ordinario, de causa no aparente; al donde se permanece durante la desaparición-el desaparecido originario y el campo de detención; y al donde se aparece-la fosa y el desaparecido del franquismo.

La tercera cuestión se interroga por la tensión entre el carácter excepcional y ordinario de los espacios de la desaparición. Pensar el espacio de la desaparición sólo como excepcional hace que obviemos espacios de la desaparición que por su ordinareidad y cotidianidad no son pensados como tales. Ahí la pregunta sería cómo esos espacios ordinarios pueden ser pensados como espacios de desaparición en lo narrativo (cómo se cuenta el espacio de la desaparición), en lo físico (qué materialidades producen esos espacios). En relación a esta cuestión emergen otras dos: la primera indaga en los tipos de subjetividad que se producen y son producidos en los espacios de la desaparición: ¿corresponde un tipo de subjetividad a cada espacio de desaparición?, ¿cada espacio de desaparición genera un tipo de subjetividad?, ¿qué mundos de vida más o menos ordinarios se generan en esos espacios de excepcionalidad que son los de la desaparición y qué subjetividades se producen?; la segunda indaga en el concepto de “geografías imaginarias” que puede ser potente para pensar la cuestión espacial más allá del desaparecido originario y los temas a los que generalmente se vinculan y que no sirven del todo, entre otras cosas, por ser espacios muy acotados (los espacios de la memoria, los dispositivos espaciales desaparecedores…). El concepto de “geografías imaginarias” puede ser especialmente productivo para pensar al desaparecido social: es un hilo de conexión para entender a los desaparecidos sociales no tanto a través de la invisibilización, sino a través de una visibilización que les desaparece, y para abordar los espacios ordinarios de la desaparición que, paradójicamente, guardan cierta excepcionalidad; para pensar en esos no-lugares o lugares de desaparición sin localización específica.

En definitiva, el abordaje del espacio y la desaparición es prometedor, pero abre quizás muchas entradas: el espacio como territorio, como cuerpo, como lugar, como espacio excepcional en unos casos, como ordinario en otros, etc. Tantas aperturas hacen que el concepto se termine desdibujando. Se trataría de sacar el espacio de su lugar tradicional vinculado a la desaparición original, dejar de tratarlo como objeto o dimensión de análisis, y pensarlo como herramienta para visualizar la textura de fenómenos complejos; transformarlo en una herramienta de captura.