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El exilio. Presente y pasado de una experiencia (des)exiliada

Mariana Norandi

Madrid, 8 de marzo de 2022

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Me llamó la atención el título de las jornadas: “Derechos humanos, exilio y género”. No por lo de derechos humanos y género, eje temático habitual en la oferta reflexiva del 8 de Marzo, sino por lo de “exilio”.

Quizás por “gajes del oficio”, vinculo el concepto de exilio con dos territorialidades sociohistóricas, el exilio español y los exilios en América Latina, principalmente los que se produjeron durante los años 70 en el Cono Sur. Sin embargo, el mundo contemporáneo está lleno de exilios y de exiliados/as. Exiliados/as procedentes de África, de territorios devastados por las múltiples violencias que se ensañan contra este continente, muchas de las cuales, quizás ya todas, se remontan a conflictos (pos)coloniales olvidados por quienes ya no están ahí. Exiliados/as que logran sobrevivir de entre las ruinas de ciudades, que ya no son ciudades sino escombros, que dejan las guerras, que tampoco ya son guerras sino conflictos, en un Oriente Próximo convertido en el gran productor de almas que deambulan entre las fronteras de los estados nacionales y de la vida. Exiliados/as del Sudeste Asiático que huyeron entre la exuberancia de un paisaje natural, muchas veces inhóspito y otras aliado del refugio y la supervivencia. Y América Latina, mi región, que no ha dejado de producir exilios por sus entramados violentos, semiestructurales, históricos, que generan caudales de masas humanas desparramadas, vivas y muertas, por doquier.

Pero todas esas vidas, al menos por estos lares, rara vez se nombran como exiliadas, sino como desplazadas, refugiadas o inmigradas dejando a un lado, como anclado en el pasado, en un mundo en blanco y negro, el concepto de exilio. El exilio como concepto parece haber quedado arrinconado para nombrar una experiencia que no tiene imágenes digitales ni cabe en un Tik Tok. El exilio, que aglutina y emparienta en un mismo concepto las experiencias de la migración y el refugio, se escurre entre las grietas de las narrativas de los migratólogos y refugiólogos. Quizás, porque como categoría, no encaja total y únicamente en lo social y económico, ni tampoco en lo jurídico y humanitario. O quizás, no lo sé, porque ante lo abrumador que fue en términos cualitativos y cuantitativos el exilio español, este concepto ha quedado encallado en aquel exilio, el propio, el histórico, el emblemático.

La cuestión, en cualquier caso, es que a pesar de todos los flujos exiliares que hoy se dibujan en nuestras geografías políticas contemporáneas, el concepto de exilio se ha ido desplazando por el concepto jurídico (y mediático) tan omnipotente y omnipresente de refugiado.

De ahí que me sorprendió cuando en el encabezamiento del programa de estas jornadas que me envió Gabriel vi el concepto de “exilio”. Volvía a nombrar a algo (o a alguien) fuera del contexto de la guerra civil española y de las dictaduras del Cono Sur. Así que prendí el ordenador y me conecté a YouTube a ver qué era.

Eran unas jornadas organizadas por la Universidad Complutense de Madrid que hablaban de desigualdad y violencias de género en los cinco continentes; de política exterior, migración y refugio; de derecho internacional con perspectiva de género y de… (¡¡¡ahí estaba!!!) “Mujeres, niños y niñas en el exilio”.

Comienzan.

Las ponencias están bien. Pasan una tras otra pero el exilio no se nombra más que en contadas ocasiones. Una de las primeras es en voz de la periodista Lydia Cacho, quien se presenta como mexicana y exiliada en España.

Al otro día, Bombo Ndir, del colectivo Mujeres Inmigrantes Subsaharianas (ADIS) dice que las mujeres migrantes son exiliadas económicas pero también exiliadas dentro de su mismo continente. Un tema groso el de los adjetivos del exilio. El exilio “económico” y el exilio “insilio”. Me salgo de ahí y sigo buscando el exilio sin adjetivos. Surgen conceptos que lo rodean sin nombrarlo: migrantes, acogida, huir, ley de extranjería, víctimas, hijas de inmigrantes, otra procedencia, interculturalidad… Finaliza la jornada. No lo vuelvo a oír.

El tercer día era cuando claramente debía nombrarse, porque lo nombraba la misma mesa de “Mujeres, niños   niñas en el exilio”. Transcurren los minutos, las horas. Lo rodean, lo rozan, lo pasan, lo esquivan: reagrupación familiar, niños y niñas ecuatorianas, visado de turista, ellas, las otras, subsaharianas, marroquíes, tráfico de personas, cruzar África, violencias, víctimas, patera, venido a España, desplazadas, situación irregular, inmigración, movilidad, asilo, ACNUR, protección internacional…. Aparecen cosas que lo bordean pero no se nombra, ni el exilio nombra a nadie. Después de 2 horas y 43 minutos, el último ponente, Javier Juárez de la Universidad de Medellín, presenta un Power Point con un título en el que se lee: “Las mujeres, los conflictos armados y el exilio: Colombia”.

Dice que el conflicto colombiano ha dejado más “tres millones de mujeres desplazadas… exiliadas”. ¿Serán sinónimos?. Puede ser.