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Contrastes

María Martínez

Madrid, 11 de Octubre de 2022

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Desde que el año pasado comencé a ir a la piscina con mi peque, paso por un lugar que me intriga. He recorrido el lugar decenas de veces, la mayoría en autobús. Es un lugar de contrastes que, sin embargo, puede que tengan más en común de lo que a priori parece. El lugar es la Avenida de los Poblados, una larga avenida que conecta varios distritos del sur de Madrid, la Latina, donde yo cruzo y llega hasta casi Vallecas tras cruzar Carabanchel y Usera; más de 12 kilómetros. En general atraviesa lugares abandonados del sur de la ciudad, no extremadamente paupers, aunque sí algunos, pero sí degradados. La zona que yo atravieso es una pequeña porción cercana al intercambiador de Aluche que me lleva hasta el polideportivo.

En dirección sur, a la izquierda de la avenida hay un gran parque; a la derecha, un espacio no urbanizado —raro en un lugar como Madrid en el que se urbaniza hasta el último centímetro— en el que, como señala Google maps se localiza la Comisaría de la Policía Nacional de Latina. Allí fui hace unas semanas a renovarme el pasaporte y a hacérselo a mi peque. Pero el lugar concentra más que la comisaría donde poner denuncias y renovarse o hacerse los documentos de identidad. De hecho, la zona para esos menesteres es un pequeño anexo prefabricado (no tengo fotos pues están prohibdas) en un complejo más grande en el que se ubica una oficina de trámite de documentación de extranjería y un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), uno de esos lugares de retención para migrantes que esperan ser deportados. Ese CIE, el de Aluche, tiene cierto renombre por haber sido lugar de muerte de, al menos, una migrante detenida (ver aquí) y haberse producido revueltas por parte de los internos por las condiciones de vida (en 2016, en 2020 durante el confinamiento). Como digo, la mayor parte del edificio está dedicado al CIE y es la que se ve desde el exterior.

Un edificio amarillo con ventanas cubiertas por un metal azulado que hace parecer el lugar más a una cárcel que a un centro o una residencia; por supuesto no un hogar. Un lugar de detención para quienes no han cometido crimen. Pensar ese lugar como un refugio es un contrasentido porque más que refugiar a quien acoge, refugia a quienes quedamos fuera de ese supuesto peligro.

Justo en frente del CIE hay un parque. Una parte importante de ese parque está ocupada por el Sanatorio Esquerdo. Hay varios carteles que anuncian que allí se encuentra. El más grande que sólo llego a ver desde el autobús (y no consigo fotografiar con claridad) indica de su existencia desde 1877.

El complejo hospitalario está rodeado de verjas y puertas metálicas, no excesivamente altas, pero que dificultan que quien está dentro pueda salir. Leo en Google que fue fundado por el psiquiatra (y político republicano) José María Esquerdo Zaragoza que introduzco nuevas técnicas de tratamiento y buscaba crear una “comunidad donde enfermos y cuidadores convivían”. El complejo tiene varios edificios que en este caso tienen ventanas no recubiertas, es decir, funcionales. No se puede decir que parezcan una casa, pero ciertamente no es comparable a una cárcel. Quien allí reside no ha cometido tampoco ningún delito, tiene una enfermedad mental. El lugar está, supongo, pensado para su protección, aunque también para las personas con las que hayan de convivir y, extensivamente, para la sociedad. No sé si este lugar puede tampoco ser pensado como un refugio, quizás un refugio de uno mismo. Lo que me pone este lugar en el radar es el contraste con el complejo que tiene enfrente, el CIE. La arquitectura de uno y otro es opuesta. Y aunque ninguno sea totalmente un refugio, el segundo tiene algo más de eso si entendemos refugio como lo que simula el lugar de protección primario —el hogar— que ya no puede ser.