Contenedor

Magdalena Caccia

Montevideo (Uruguay), Agosto de 2022

Es agosto, son mis últimos días en Uruguay, previos a la mudanza a Bilbao y estoy absorbida por las cosas que tengo que cerrar antes de la partida. Mientras vacío los muebles de mi casa, que pronto ocupará otra persona, escucho la radio. Hace unos días que no me detengo en las noticias, no estoy teniendo tiempo para lecturas, por lo que la radio es una buena opción para actualizarme. Sintonizo un programa matutino cualquiera. Entre relatos policiales, una situación contada casi al pasar por el locutor llama mi atención. La noche anterior, un joven de 25 años que estaba durmiendo dentro de un contenedor de basura, fue aplastado por la prensa que se utiliza para triturar los desechos. El relato es escalofriante: la máquina levantó el contenedor, volcó su contenido en el camión y cuando la trituradora comenzó a hacer su trabajo, los funcionarios que estaban en el camión escucharon gritos y enseguida la detuvieron para encontrarse con una persona lastimada. La prensa le había aplastado la cabeza, en el hospital constataron que tenía traumatismo de cráneo, dice el locutor, antes de pasar a otra noticia. De inmediato busco más información, pero no encuentro más que una escueta nota en un portal de noticias online. Ni en la radio ni en el portal dicen cómo está el joven, si sobrevivirá, si le quedarán secuelas. Encuentro otras noticias también de este mes, que dicen que se encontraron cuerpos en vertederos municipales y se presume que pueden haber muerto aplastados por la prensa. Sé que a nadie le quita el sueño que las personas duerman en los contenedores de basura, es una realidad cada vez más evidente en Montevideo, pero la indiferencia hacia esas muertes me deja un sabor amargo. Los contenedores se han vuelto refugio, del frío y de la lluvia en el inclemente invierno montevideano, pero también de los otros. Un refugio entre la basura, el mal olor y los bichos, un refugio más en el cual atravesar la noche es una mera cuestión de suerte.