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Ciclón extratropical

Magdalena Caccia

Montevideo (Uruguay), 17 de mayo de 2022

 

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Desde la semana pasada vienen anunciando a través de la prensa que el martes 17 de mayo un “ciclón extratropical” tocará la costa uruguaya, con vientos de hasta 130 km/h, afectando principalmente a los departamentos del sureste, Maldonado y Rocha, pero también con un fuerte impacto en Montevideo. Desde ayer, lunes, las alertas exhortan a la población a no salir de sus casas si no es imprescindible, a resguardar a las mascotas, a retirar objetos de balcones y terrazas que se puedan convertir en proyectiles, y evitar, en la medida de lo posible, la circulación a pie. El nivel de la alerta meteorológica para Montevideo es naranja, si fuera roja cerrarían las oficinas públicas y los centros educativos, pero como esto no pasó, las posibilidades de no circular son mínimas, incluso para buena parte de la población que podría perfectamente quedarse en su casa, porque tiene una casa.

Durante la noche del lunes me despierto en varias ocasiones por el ruido del viento. Pienso en mis plantas/proyectiles del balcón, algunas las moví, pero otras no, de todas maneras, imposible que puedan llegar muy lejos si caen. Cuando amanece, lo primero que hago es salir a ver cómo está todo; el viento y la lluvia no dan tregua, pero mis plantas sobrevivieron. Con esto del teletrabajo, sé que hoy no me moveré de casa. En algún momento de la noche me llegó este afiche al celular del trabajo:

Dudo que sea una comunicación oficial, no por el mensaje, sino por la desprolijidad del afiche: el trabajo de edición no es bueno. El mensaje bien podría ser del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES); desde el 2020 gobierna el país una coalición de partidos de derecha, por lo que el MIDES, nacido y criado bajo gobiernos progresistas, ha cambiado, mucho. Por tanto, esta idea detrás del afiche de que “no cuesta nada” hacer un llamado telefónico, o incluso enviar un Whatsapp y que esta acción podría garantizar que alguien pase lo que dure el ciclón en un refugio, no me sorprende. Nosotros y ellos. Por un lado estamos nosotros, que tenemos una casa y un teléfono para llamar (y plantas y mascotas que vigilar para que no salgan volando), y por el otro están ellos, que dependen de conseguir un cupo en un refugio para no pasar en la calle uno de los días más inhóspitos del año. Mientras desayuno, veo una noticia que dice que el MIDES dispuso 3800 cupos para los refugios en todo el país, que además estarán abiertos todo el día (y no solo por la noche como es habitual).

En seguida le escribo a una amiga que trabaja en el Programa Calle del MIDES para preguntarle cómo está la situación. Sé que los martes le toca hacer la recorrida de mañana; tarda un rato en responder, cuando lo hace se nota que son unas líneas apuradas: “como la mierda, mucha gente no quiere ir a los refugios, entonces le decimos que se alejen de los árboles y de lugares donde pueda volar algo” y un emoji con cara de consternación. Los árboles suelen ser un resguardo para las personas que viven en la calle, así como las marquesinas, los muros, los edificios en peligro de derrumbe, todo eso que hoy puede ser arrastrado por el viento y de lo que mejor mantenerse lejos. Todo lo que puede ser resguardo, todo lo que suele ser refugio (mucho más que los refugios estatales), pasa a convertirse en zona de peligro en unas horas, y lo será al menos hasta mañana, cuando el ciclón se aleje de tierras uruguayas, dejando tras de sí algunos de estos lugares inhabitables, o más bien, irresguardables.