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Cata sobre la cata, 1: ¿por qué no más catas?

Gabriel Gatti

Bilbao, Mayo de 2022

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La cata de la sincata, le pongo; un título imbécil para esta nota, aunque algo de lógica tiene, como la de pipa que no era y que sin embargo sí era: “esto no es una cata”, y tiene sentido decirlo porque no habla de cosas, pero sí lo es, porque en ViDes hablar de cómo hablamos (o no) de las cosas es parte de la cosa. Es cata de campo pues: se pregunta, me pregunto, por el trabajo de contar el campo, lo que es, aquí, parte del campo. Me pregunto en realidad por qué no hago ya ese trabajo, por qué no me salen las catas después de la facilidad con la que escribían una tras otra tras otra durante un mes de eso, de revelaciones, de iluminaciones, de epifanías: ¡plop! Cata va. ¡Plop! Cata viene… 

Pero ya no me sale: no quiero contar igual. No es que no vea situaciones que lo merecen, las veo a decenas. Es que las dejo pasar después de verlas. Me parecen ya contadas. Hoy, por ejemplo, en este instante, van tres o cuatro «situaciones ViDes» que dejo que se vayan: 

  1. Leyendo los textos sobre la espera, la descripción de Carolina de su encuentro en La Alcarria con unos chicos que conoció en Melilla que mientras esperan, allí, entre montes y cultivos, aprenden agricultura ecológica que les enseñan unos jubilados de la zona. Huele a preserve, a regreso a algo mejor, a espera que constituye vida. 
  2. Con esos mismos textos, viendo que la espera puede ser el tono del tiempo del refugio y que este es un tiempo de supervivencia donde la vida es, y no es el nombre de un tiempo en negativo, quiero decir, de uno en el que lo que pasa es el lado otro del que es, de lo que vendrá, bueno o malo, que es lo real. 
  3. Leyendo en El País una nota larga sobre los indios no contactados en la Amazonía, eterno asunto lleno de reservas, aislamiento, distancia, bordes, fronteras, guardianes y purezas. 
  4. También en El País, que habla de refugios de la guerra, en Ucrania, bombardeados por los rusos… 

Viendo que el viejo Morin abre una nota, también en El País de hoy, con esta frase: “Vivimos una paz bélica, con el cuerpo en paz y la mente entre bombas y escombros. Atacamos de palabra al enemigo que nos amenaza, pero dormimos en la cama, no en un refugio”. Otra más de ViDes… 

…y las dejo pasar, como si ya las supiese. Y sé que está mal, porque aquí, en ViDes, contar es la cosa, con lo que debo hacer ese trabajo. ¿Y por qué no lo hago, no lo hacemos, por qué no ejercitar la escritura del detalle, hacer un cachito más de este manto? Viendo que es un problema general, tiendo a pensar que es de esos asuntos que hacen a las dinámicas de grupo, a las coyunturas personales y de época, al momento del año, a la dificultad de algunos de seguir tareas colectivas, al mal del estudiante que solo sigue las tareas si están en agenda. En fin, viejos asuntos; no me interesan mucho porque no merecen mucha reflexión más de la que ya se ha hecho; solo queda insistir, esperar, compartir tarea, pacientar, terapiar, aguantar, escuchar… Puf y repuf. Son eso, problemas viejos, y probamos ya muchas recetas. A dar el coñazo pues. 

Pero si rasco un poco más, hay algo más interesante, sobre lo que no hemos pensado. Lo intento escribir para ponerme (ponernos, oye) alerta. Creo que la cosa pasa por varios puntos; la encadeno en una serie: 

  1. No puedo hacer catas porque pensé en catálogo, es decir, que la cata integra una serie que se acaba, cuando se sature, en un catálogo. O sea, serie y acumulación. Y no, nabo, no es eso; no entendiste: no hay catálogo posible de un mundo en crisis, solo cata, trocito, cachito, fragmento, pedazo, y luego viñeta. A lo sumo, casquería. 
  2. No puedo hacer catas porque creo que ya di con hilos que las conecten, mapas que las representen, conceptos unificadores, metaetiquetas. Y no, bobo, no: no hay mapa ya (“en los imperios del Oeste…”) solo pretensiones de tenerlo. A catar pues. 
  3. Y vale, está bien convertir cualquiera de esos sustantivos en acciones y conjugarlas. Eso hicimos: mapeamos, unificamos, ordenamos. Es lo que toca si uno quiere hacer vieja ciencia: primero no se sabe algo, luego se captan indicios, después se profundiza, más tarde se acumula, finalmente se conecta. Y eso, ¡Plop! Se acabó: emergencia de la unidad que homogeneiza lo disperso. Serie, diagnóstico, concepto. ¡Plop! Terminé una fase y paso a otra. Conseguido lo que la cata quiso, trabajo de zapadora, al siguiente nivel de profundidad. Otro método. Esto ya me lo sé, para qué seguir. Lo dicho: un nabo. 

¿Pero qué hubiera ocurrido si en lugar de buscar conexiones y mapas hubiéramos seguido sin parar, cata tras cata tras cata, sin guía de mapa o metaconcepto alguno, guiados solo por impulsos no gobernables como la intuición o el placer? Pero no: nabos, todos (todas) caímos en la trampa, buscando el metaconcepto, el mapa único, la etiqueta maestra. Incluso cuando empezamos a acumular mapas caímos en la trampa, la misma del conocimiento pluriporonga: la suma de puntos de vista es el punto de vista único. No se trata de eso, boludos: es que esto, lo de ViDes, no tiene punto de vista posible. Desistamos pues del Mapa; lo que tenemos que hacer pasa por desplegar constante y permanentemente la lente ViDes por una realidad de suyo heterogénea, fragmentaria y que no puede unificarse en ninguna categoría maestra o con un solo mapa. Si hay mapa es el trazo de conexiones, los nudos, las trenzas, las cuerdas que hay que seguir moviendo entre los dedos: la lente ViDes debe circular, y en eso, tocar, crish, crish, friccionar. Y ahí, ver qué pasa, el efecto ViDes: la cosa dice algo, lo anoto, un poco, apunto, sigo… Eso, a catar.