Home » Viñetas » Apátridas: los que viven pero no existen

Apátridas: los que viven pero no existen

Mariana Norandi

Madrid, 4 de mayo de 2022

Bajo el lema “¡Vivo pero no existo!” el ACNUR y la Universidad Complutense de Madrid convocaron a una exposición fotográfica y a un seminario en el que invitaban “a conocer la realidad de los apátridas”. Conocía algunos motivos por los que una persona puede cobijarse en esta categoría, pero no sabía que eran tantos. También que había personas apátridas por el mundo, pero tampoco que estas se contaban por millones, de los cuales, muchos son estimados porque los apátridas, al no figurar en los registros de ningún Estado, no se cuentan y, si no se cuentan, no existen, y si no existen, no se sabe cuántos hay. Pasan por la vida como fantasmas. Están pero no son. Y al no ser, no son sujetos de derecho. No tienen derecho a empadronarse, luego, tampoco a la educación, a casarse, a abrir una cuenta bancaria, a registrar a sus hijos, a comprar una vivienda, a vacunarse del Covid-19, a recibir un certificado de defunción. No se registran sus vidas y tampoco sus muertes. De ahí que la exposición que acompaña a este seminario se llame “El laberinto de los invisibles”. Una propuesta artística que, a través de una instalación con fotografías impresas en telas y espejos, intenta visibilizar a estos invisibles y situar al espectador en el laberinto burocrático y jurídico de los apátridas. Una exposición que lo que dice, en el fondo, es que no es cierto que los apátridas no existan. Sí existen, aunque no en las cuentas del Estado. Y no solo existen, sino que sufren. Sufren por una carencia, la de una nacionalidad que les abra las puertas a los derechos ciudadanos.

Foto 1: cartel de cartón
Foto 2: estampación sobre tela
Foto 3: estampación sobre espejo

La exposición y el seminario intentaban, pues, ponerle a este fenómeno rostros y nombres, pero también contar estas vidas con datos y relatos. Representantes de ACNUR, académicos y testimonios, reunidos en la Facultad de Filología, se propusieron que los apátridas, en cuanto a sujetos no contados, se tomen en cuenta y se conozcan sus historias. Así, expositores y testimonios recorrieron casos y causas de la apatridia. Entre las causas, nacer en un Estado que deja de existir. Y cuando deja de existir un Estado, dejan de existir sus ciudadanos. Casos de estos encontramos a miles después de las guerras y las reconfiguraciones de fronteras pero, quizás, uno de los más emblemáticos lo encontramos en la antigua URSS y la ex Yugoslavia. Cuando estas entidades políticas se disolvieron, los nuevos Estados adoptaron otro marco legal y muchos de los nacidos en las que fueran sus repúblicas —así como sus descendientes— se quedan sin nacionalidad y, por ende, sin derechos. En algunos lugares a esta gente se le buscó un nombre. En Letonia se les llamó “no ciudadanos”, en Estonia “personas de nacionalidad indeterminada”.

Pero así como alguien puede convertirse en apátrida, también pude nacer con esta condición. Porque la apatridia no solo es una herencia “maldita” que transmiten los apátridas a sus descendientes, sino que las leyes también los paren. Una vía son los conflictos de leyes como el que se da entre el derecho de suelo (ius soli) y el de sangre (ius sanguinis). Si alguien nace en el suelo de un país donde se aplica el derecho de sangre y sus padres proceden de un país en donde se aplica el derecho de suelo, esa persona pasa a ser directamente apátrida. Por otro lado, las leyes discriminatorias también provocan situaciones de apatridia. De estas, también hay muchas. Pongamos que alguien nace de una madre que procede de un país en donde las mujeres no tienen derecho de transmitir la nacionalidad a sus hijos, como en Somalia o en el Líbano. Si es así y esa persona no es reconocida legalmente por su padre, entonces nace apátrida.

Otra causa, cada vez más presente en Europa, se encuentra en los nacimientos que se producen sin ningún tipo de registro durante los procesos migratorios de las mujeres. Niños y niñas que no pueden probar su nacimiento. Nacimientos en tránsito, en una casa, en un camino, en una cuneta, junto a un matorral. Sin testigos, sin papeles, sin el ojo del Estado que certifique su existencia. Es el caso de Ana, cuya historia fue contada en este seminario a través de su representante legal.

Ana es hija de una mujer migrante camerunesa y nació en Marruecos durante la travesía de su madre, en una casa particular, sin testigos, sin partida de nacimiento, sin registro consular por el miedo de su madre a ser deportada, sin ningún papel que confirme su existencia. Al llegar a España, Ana tiene 3 años pero no posee ninguna prueba que certifique que existe, ni ningún Estado que la reclamase como suya. Los tres países con los que tiene vínculos, Camerún —el de origen de su madre—, Marruecos —el de nacimiento— y España —el de residencia— se transfieren las competencias y ninguno le otorga una nacionalidad. Y así, mientras juristas y diplomáticos se intercambian correos de corto recorrido, Ana espera, en el limbo legal, en la frontera de la existencia en tanto en cuanto no tiene identidad legal y en la medida en que está expuesta a mayores riegos y vulnerabilidades que cualquier otra niña de su edad.

Han pasado cinco años desde que Ana llegó a España y aún no se ha podido empadronar. Sin padrón, no tiene derecho a la educación ni a la salud. Su madre dice que lo que más le preocupa es que desaparezca, porque para el Estado no existe. Dice que no puede dejar sola a su hija, porque si se pierde o le pasa algo ¿a dónde acude?, ¿quién la va a buscar?, ¿quién va a buscar a alguien que no existe?