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No-vida: algunas intuiciones y muchos interrogantes sobre la vida en/ante/desde/a partir de la desaparición

Por María Martínez, en colaboración con Gabriel Gatti, Ignacio Irazuzta, Klara Méndez, Ander Mendiguren y Estela Schindel

Cuerpos desaparecidos, sujetos desposeídos; cuerpos-sujetos instalados en los límites, un poquito más allá de la vida, un poquito más acá de la muerte. Sabemos ya desde Foucault, y gracias a muchos otros tras él —Agamben, por supuesto, Esposito más recientemente (2006)— que la vida y la muerte son operaciones de poder. Este marco de reflexión ha servido para pensar las desapariciones que llamamos originales, los detenidos-desaparecidos de las dictaduras del Cono Sur durante los 70 y 80. La desaparición como tecnología de la biopolítica, control sobre la vida: ya ni dejar vivir y hacer morir, ni hacer vivir y dejar morir, sino más bien hacer sobrevivir, esto es, mantener a los desaparecidos en la línea entre la vida y la muerte (Schindel, 2012). Un estado, entonces, el de los desaparecidos que no es uno: no es enteramente el de la vida, pero tampoco el de la muerte; quizás una muerte-no muerte o una vida-no vida.

Intuición entonces de que para pensar las desapariciones hoy —las de los desaparecidos originales, pero también de otros muchos que se reclaman o a los que se les otorga esa categoría: migrantes en la frontera de USA o en el mediterráneo, desaparecidos por fuerzas para-militares en Colombia o de las mujeres desaparecidas en México y más allá, etc.— es en los entresijos de ese estado, el de la no-vida donde debamos movernos. Problemas encontramos muchos en esa intuición, pues para definir la no-vida nos topamos con el impulso de definir primero qué es la vida, pero ¿es posible una definición universal de la vida, de la buena vida, de una vida vivible? ¿qué operaciones de poder, qué biopolíticas, hay detrás de su definición? ¿son particulares o universales? Y en cascada emergen otras preguntas: ¿existe, o es posible, una definición antropológica y sociológica de la vida, de la buena vida? ¿es una mala vida, una vida? ¿se puede considerar la supervivencia, vida? ¿es posible, a la estela de Butler (2015), “llevar una buena vida en una mala vida”?

Una segunda intuición repleta también de interrogantes sitúa el cuerpo en un lugar central para pensar la no-vida de los desaparecidos. El cuerpo, en su dimensión material/biológica, aparece como el marcador infalible del límite entre la vida o la muerte, ¿o ya no? Este desdibujamiento no es propio sólo de la ciencia ficción —un capítulo reciente de la serie Black Mirror (2016) así lo plantea, otras muchas obras de la cultura popular ya lo han hecho—, sino quizás de los tiempos actuales: muertos cerebrales a quiénes aún les late el corazón gracias a las tecnologías médicas, cuerpos vivos que existen sólo como carne (Esposito, 2006; Spillers, 1987), mera existencia biológica, cuyas vidas no merecen ser lloradas (Butler, 2010), desposeídos de subjetividad; cuerpos muertos a los que se les otorgan “identidades post-mortem” (Unruh, 1983). La paradoja no es menor: muertos que cuentan más que vivos, vivos considerados muertos, “muertos sociales” (Patterson, 1982). En el desaparecido, en el original, es precisamente la ausencia del cuerpo lo que le sitúa en un espacio otro; ni de vida, ni de muerte. Hoy comparten ese territorio, esta es nuestra hipótesis, con muchos otros que, aunque con cuerpo, o mejor dicho con carne, llevan vidas no vivibles, sobreviven. ¿Son las posibilidades de supervivencia de los cuerpos las que marcan el espacio de la no-vida y lo distinguen del de la buena vida? ¿qué sostenes materiales del cuerpo han de darse para llevar una vida vivible? ¿y una buena vida? Pero el cuerpo es más que su materialidad, o mejor dicho, esa materialidad o corporalidad es inseparable de la constitución del sujeto: sin cuerpo no hay sujeto, todo sujeto se constituye en y a través del cuerpo. La ausencia del cuerpo sería, en buena lógica, la desposesión máxima del sujeto y, en cadena, el maltrato, la tortura, la supervivencia material del cuerpo gradiantes de esa des-subjetivación. Muchos interrogantes se abren de nuevo: ¿es posible pensar que la búsqueda del cuerpo desaparecido permite una cierta re-subjetivación? ¿y qué sucede con quiénes son desaparecidos, invisibles, pero que, sin embargo, tienen cuerpo? ¿la mera corporalidad otorga subjetividad? ¿es el cuerpo condición suficiente de subjetivación?

Referencias citadas

Black Mirror (2016), episodio “San Junipero”, fecha de emisión original: 21 de octubre de 2016.

Butler, Judith (2010). Introducción: vida precaria, vida digna de duelo. In Marcos de guerra. Las vidas lloradas (pp. 13-56). Barcelona: Paidós.

Butler, J. (2015). Can one lead a good life in a bad life?. En Notes toward a performative theory of assembly. US: Harvard University Press.

Esposito, Roberto (2006). Bíos. Biopolítica y filosofía. Barcelona: Amorrortu.

Patterson, O. (1982). Slavery and Social Death. A Comparative Study. Cambridge: Harvard University Press.

Spillers, H. J. (1987). Mama’s Baby, Papa’s Maybe: An American Grammar Book. Diacritics, Vol. 17, No. 2, Culture and Countermemory: The «American» Connection. (Summer), pp. 64-81.

Schindel, E. (2012). La desaparición a diario: sociedad, prensa y dictadura: 1975-1978. Villa María: Eduvim.

Unruh, D. (1983). Death and Personal History: Strategies of Identity Preservation. Social Problems, 30(3), 340-351.

Foto de Gervasio Sánchez